11 abril 2010

la mariposa volvió a larva

No me dieron opción, sólo nacer, respirar, comer, enfermarme y lo demás.
Vine así, como sopla de pronto una ráfaga de viento o una hoja cae al suelo,
como cualquier híbrido entre lo físico y lo químico, tal vez explicable
con una ecuación numérica de seis a diez páginas o por un cuadro sinóptico.
O más sencillo sería decir que porque dos culearon existo, tributo.
De haber tenido la posibilidad de elegir el objeto en el cual encarnarme,
se me ocurre una hoja de bisturí viviendo en una empanada de vigilia
o una gillette en el plato de las hostias, listas para liberar de sufrimiento
a una multitud fofa de complacencia, desgarrada de tan reverente.
Si optara por ser un fluido, quisiera derramarme como charco de aceite
en la autopista de los que corren para llegar más temprano que el micro.
Ese que trae a los obreros, los trabajadores, los cegados de razón porque sí.
Rápido como digitar la vida es la muerte en la ruta, más singular.
No hay justicia en la muerte, sólo sangre y gusanos por venir.

Si me tocara ser orgánico optaría por un gusano, una larva, una mutación,
un cambio de formas permanente. No me jodería encapsularme, el encierro,
para cambiar ser rastrero por volador. El alto precio del sometimiento
a la ruptura dérmica, la carne se abre paso para dar lugar a las alas.
Vista aérea, planos picados, al cuidado de los predadores, igual que abajo
pero comiendo flores. Néctar corriendo por mis mangueras internas,
buscando luego volver a tierra excretadas sobre cabezas desechables
en cuerpos humanos muertos por el imperio de cerebros comatosos.
Y el lugar común, no pensar, perder la preocupación por tener que elegir
un recorrido, una dirección, sólo dejar que el viento me lleve, cerca, lejos.
Copiloto en mi propio fuselaje, viviendo de la contemplación,
fornicando libremente ante seres con dos anos debajo de las cejas,
insensibles de sí mismos, impalpables, forrados en cuero sintético.
Un final succionado por un radiador de coche en una ruta comercial
o en emanaciones de luz fluorescente por efecto de los agroquímicos.
Más elegante sería un alfiler al pecho y en la espalda un telgopor,
los ojos congelados, la lengua espiralada. Pose relajada…

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