16 febrero 2011

edificios

Vidas sobre vidas apiladas como zapatos en depósito.
Celuloide de cemento en cuadro a cuadro, discontinuo.
Respiraderos, tomas de aire, cañerías de chapón
emergen erectas dispuestas a perforar la armonía.
Telas de interior de valija simulan cortinas de cocina.
La fealdad flameando el olor a fideos con manteca.
El de la petrolera colgó merchandising en formato remera.
La de abajo espera el goteo de restos de hidrocarburos
con la boca abierta, el sol le quema los ojos, no importa.
Espera algo que aplaque los gritos del gordo despeinado
que vive con ella y le grita todos los días a la misma hora.
La ventana de las botellas permanentes no cambia,
la escena sigue tres o cuatro días hasta que cae la persiana,
después al subirla lo mismo, inalterada.
El espacio común minado de colillas de cigarrillo.
El desprecio por lo colectivo, la impunidad.
La creencia del vacío biodegradador.
El que imita un cabrito, el que contesta en tapir.
Las siluetas en los postigones, las cortinas que se acomodan
El deseo de una vida al ras del suelo.