02 abril 2010

De todo lo que ocurre cuando el corazón comienza a aligerarse
lo peor es el sentimiento de la muerte por llegar.
Y uno en ojotas o viendo Telenoche o tomando el té.
Salvo que la muerte sea una mujer hermosa, única, fantástica,
Una de las que encaran en algún lugar con cualquier escusa
y embrollan en segundos con promesas formidables. No hay freno,
la resistencia es nula. Treparse a su coche y querer devorársela
es lo primero que se le cruza a una mente confusa de seducción.
La gran mayoría agarra viaje salvo los que sufren de vértigo,
los moralistas, las estatuas, los maniquíes y los garcía díaz.
Curioso lo de los moralistas y lo de los propaladores de libros sagrados
ya que son quienes mayor índice de conductas degeneradas
realizan en ámbitos privados, dirán los órganos de medición
de comportamientos infranormales y actos de depravación.
Quizás por esto es que ellos temen de esa manera a la muerte,
ante la creencia de que la muerte es un putón, con bambalinas,
fanática de humectarse la cara con semen de ocho testículos.



El miedo al fracaso es más amargo que el miedo a la muerte.
Es alguien sosteniéndose a sí mismo colgando de un precipicio
hasta que la gravedad y el cansancio hacen abrir las manos.
El golpe contra el suelo, la última nota, el imperio de los rojos.
Juegan todos los sentidos, debería ser formidable, una fiesta.
Como nacer, pero sin todo lo que le sigue, como nacer muerto.
En cambio fracasar puede ser la sombra de alguien,
Algo que sigue a todas partes, como tener una voz de mierda,
se puede vivir impostándola pero en un momento de tensión
sale, siempre sale algún chillido o reflujo que desnuda la farsa.
La vergüenza, la sangre aprieta azotea, y si no hubiera hueso
sigue viaje hasta tomar altura para no ser vista nunca más.
Como fracasados prefiero a los que arrancan temprano
meando la tabla del inodoro, se lavan los dientes con cepillo ajeno,
se manchan la camisa con el café y traban la cerradura de salida.
Todo en media hora, a ocho fracasos por hora se hace extenso,
un número semejante a ciento sesenta fracasos diarios
descontando que un fracasado no duerme más de cuatro horas.



Me pregunto cómo será vivir en Europa. No tengo respuesta.
Escucho breather de los chapterhouse, imagino trajes grises,
corbatines, medias blancas y mucha farmacia en sangre.
Nucas rapadas a navaja y olor a lunes en el pico del jueves.
Por acá abundan las mangas cortas arremangadas,
las zapatillas blancas y la piel lavada a la piedra, como jeans.
Los ojos rojos o vergüenza de todo lo que no se debió ver,
La garganta ajada por gritar, lánguida por tragarse el grito
Y estar en un proceso de digestión sin fin, trunco, estéril.

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