15 noviembre 2010

14 de febrero

Olvidé decirte gracias por las flores que me regalaste,
aunque reconozco nunca hubiera imaginado que eran para mí.
Hasta que vi sus espinas como estoques
y sus pétalos que parecían guillotinas
listas para abrirse paso en la carne
hasta encontrarse de nuevo con el aire,
como si no pudieran vivir sin él.
Y su perfume, agradable, dulce al principio,
traspasa la nariz y se cuela hasta las entrañas
y las devora hasta dejarme vacío por dentro.
Y encima las pago yo.
Me hubieras traído un vino,
o un queso
o un salame
o todo junto.

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