Olvidé decirte gracias por las flores que me regalaste,
aunque reconozco nunca hubiera imaginado que eran para mí. 
Hasta que vi sus espinas como estoques 
y sus pétalos que parecían guillotinas 
listas para abrirse paso en la carne 
hasta encontrarse de nuevo con el aire, 
como si no pudieran vivir sin él. 
Y su perfume, agradable, dulce al principio, 
traspasa la nariz y se cuela hasta las entrañas 
y las devora hasta dejarme vacío por dentro.
Y encima las pago yo. 
Me hubieras traído un vino, 
o un queso 
o un salame 
o todo junto.
15 noviembre 2010
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