17 agosto 2010

otra siesta

Un boludo que conozco,
piensa que los mejores sueños
son los que fermentan a la siesta,
en el punto extremo de calor de la loza.
Tal vez había dejado de soñar de noche.
Después se dio cuenta, debía acostumbrarse
a vivir sin esos reflujos de realidad.
Hay quienes cabecean, cinco o diez minutos
en el colectivo y recobran, reponen,
de vuelta de algún lugar como el trabajo.
A otros les gusta tirarse media hora
y saltan como resortes antes de entrar
en la embriaguez del sueño profundo.
Eso no alcanza, mínimo una hora, dos o tres.
Sólo después de ese transcurso
se llega al estado de despertar y no saber
si es hoy o mañana; si se es una persona
o una agenda electrónica con autonomía.
Si es la vida o una película de Jorge Polaco
en una pantalla líquida de seis mil pulgadas.
A lo mejor la siesta no ofrece alternativas.
Tal vez prefiera cubrirse de frazadas
hasta la mitad de la nariz.
Afuera, los perros se revuelcan en la tierra seca,
menos los que cuidan propiedades
con grandes jardines, cerca de garitas.
Muchos sueñan con esto, vivir reja de por medio.
Ya no quedan series americanas en TV.
Ya nadie sueña con la pequeña casa de la pradera.

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