13 junio 2010

Rhodesia cambió de envase

Odiar para vivir, como la mierda para las moscas,
un cuchillo que atraviesa el abdomen,
la reflexión sobre el dolor provocado
viene rezagada, llega recién cuando la punta
hiere el yeso que reviste la pared.
Cóctel de saña y arrepentimiento,
como un boomerang afilado que vuelve al cuello.
Zafan los que tienen cintura,
los gordos de amor no,
su peso en panceta feteada.
Un bagre sin sus aletas punzantes
sólo será la verga de Asamoah.
El rosedal sin rosas espinosas
es un parque de ligustros de los ‘70,
árboles con troncos pintados a la cal.
Manchas de dedos mugrientos
rodeando las llaves de la luz,
paradigmas de vidas superpuestas.
La botella desnuda, buen previsor
¿o se acabaron las bocas?
Poco por escuchar,
una radio de Argüello,
queda un porrón.
Todo empieza de nuevo,
ella me odia.
Para vivir.

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